domingo, 5 de abril de 2015

Odio a esos monos que se tapan los ojos, la boca o los oídos para evadirse de la realidad, mientras yo me tengo que enfrentar a la cruda verdad. No todo es tan secillo como te crees sin pararte a pensar, y lo peor de todo ed que no todo es tan complicado como piensas. Escribo esto tumbada en una cama dura y escuchando a lo lejos conversaciones de televisión que no llegan a ningún lado, los muelles se me clavan como se me clava la indiferencia de las personas que me rodean, algunas mas frías que una mirada ajena por la calle un domingo después de un gran sábado de fiesta en medio de Diciembre. Me doy media vuelta y se me destapa un pie, y me paro a pensar en toda esa gente que dijo que seguiría ahí en las buenas y en las malas, y ahora las ves desde la otra acera recién cruzada por su vergüenza a mirarte a la cara. Me giro hacia arriba, la tele ya no suena, vuelvo la mirada al techo y veo pequeñas lucecitas estampadas que se cuelan alumbradas por una farola a través de la persiana... Y por primera vez me doy cue ta de que ya no queda amor. Si ya no queda amor ya no quedan besos mañaneros con sabor a café, ya no queda esa palpitación a mil por hora cada vez que tienes a dos centímetros de tu boca otra boca, ya no quedan miradas que hablan, ni las cosquillas de un dedo recorriendo una piel de gallina, ya no queda una mano, cubriendo los ojos de alguien y un susurro en un oído, que dice "quien soy" y el saber quien es esa persona, pero estar tan inmersa en el momento que no puedes llegar a articular su nombre, ya no quedan flores deshojandose prediciendo si es amor verdadero o no, ya no quedan rosas que se entreguen a una amada con mas valor que un diamante, ya no quedan paseos de la mano, ni suspiros al aire, ya no quedan sonrisas tontas, ni abrazos de cuarenta minutos, ya no quedan "te echo de menos", no quedan domingos de pijama en una cama, no quedan trompas azules que regalar, no quedan aceitunas que compartir, barcos pirata que abordar, tesoros que encontrar, no quedan ciudades que salvar, zombies que matar, ni alcohol que beber, ni cuentos por contar, ni dinero que apostar y perder, o incluso ganar, no quedan bailes por pedir, galaxias que salvar, bombones que probar, villanos que parar, gatos que rescatar, musica que escuchar... Ya no queda amor, solo soledad.

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