domingo, 30 de julio de 2017

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Me he convertido en una tuerca oxidada que por mucho aceite que le echen no conseguirá girar del todo, soy la niebla espesa que te impide ver la distancia entre tu coche y el siguiente, el muchacho que se quedó sin su dinero del almuerzo, la casa que tiene el tejado roto y se está hundiendo entre goteras.

Soy el carrete de fotos al que le dió la luz sin poder revelarse, el borracho que bebe para olvidar, y el psicologo que no sabe autoaconsejarse.

A veces soy el sol que alumbra pero no calienta, el agua que moja pero no calma la sed, soy la planta que no crece por mucho que se alimenta.

Soy todas esas cosas pero sin embargo, todavia no se quien realmente soy.

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Y todo es volver a empezar, es como cuando acabas esa serie que tanto te gusta, despues de cientos de capitulos, cientos de historias, cientos de sentimientos, sonrisas, llantos y frustraciones, de repente... puf, se acaba todo, se desvanece por completo, y tú, con cara de idiota, notas un vacío abrumador.
Volver a empezar, para volver a acabar, y luego empezar de nuevo. He llegado a pensar que la vida es un bucle, que estamos en repetición automática, que por mucho que cometamos errores e intentemos aprender de ellos, siempre vamos a volver a caer en la misma trampa, la misma trampa con distinto nombre. Creo que el verdadero problema es que nos limitamos a hacer lo que se ve y cree correcto, y no lo que vemos y creemos correcto. Sonando mal y pronto creo que los humanos somos unos putos cobardes, porque no tenemos la valentía de ser como somos, de demostrar nuestra naturaleza, de hacer las cosas porque sí, porque nos apetece ser como somos y no como realmente nos gustaría ser. Tenemos complejo de edificio, lo unico que enseñamos son fachadas llenas de pintura, maquilladas y estereotipadas, cuando lo que realmente deberíamos hacer es abrir todas y cada una de las ventanas, y dejar que salgan nuestras flores, nuestros murcielagos, nuestros fantasmas, nuestros gritos, nuestro dolor y nuestra alegría, pero no lo hacemos, porque  como cobardes creemos que todo el universo está en nuestra contra, que somos las víctimas de un efecto mariposa que acaba jodiendonos a nosotros porque el destino así lo ha querido.
Evitamos lo que debemos enfrentar, debemos enfrentar lo que nos obliga a escondernos dentro de una caberna. He llegado a la conclusión de que la opresión mas grande es la de expresión, y hasta que no seamos lo suficientemente fuertes como para superar esto, la raza humana seguirá en bucle, se tropezará cada dos minutos con la misma piedra, empezará para acabar donde había empezado y caeremos una y otra y otra y otra vez en esa trampa al a que nos gusta llamar "sociedad".

Tiempo.

Hace ya mucho tiempo que no escribo, quizás ya no tenga nada que decir, o creo que no puedo decirlo. Antes vomitaba, cuando me venía una verborrea de sentimientos explotaba, y de mi salian palabras, palabras por las orejas, por los ojos, por la nariz, por la boca... ahora me he acostumbrado a callar, a cerrar todas y cada una de las autopistas que van de mi corazón a mi mente, a ponerles un peaje tan sumamente caro, que ya ningun tipo de palabra se atreve a pagar ese precio por ser leída. Ahora conducen a la deriva por una carretera que no llega a ningun sitio, desde donde se ve la cima, que sube y sube y nunca desemboca en nada, y se convierte en un bucle, y ese bucle se convierte a su vez en una carcel mental. ¿Por que no podéis salir? ¿Por que no podeis ser pronunciadas? Creo que no son barrotes lo que impiden, que sean libres, el que realmente tiene el papel del villano en esta historia es el miedo, el miedo que oprime a contar lo que una vez fue cierto, el miedo que usa un arma tan poderosa como es el silencio para hacer que "desaparezcan" vedades qu duelen. ¿Pero sabes una cosa? Ya estoy harta de escribir con tinta invisible para un ciego, estoy harta de pronunciar palabras mudas para un sordo, estoy sumamente harta de no poder hacer ningún movimiento por el puto miedo me haga jaque y mate. A partir de ya, voy a incendiar de arriba a abajo todo, voy a hacer tal fogata que las palabras salgan de la mano de humo y explosiones, para que almenos asi, si tengo algo que escribir, que todo el mundo se entere.

Somos.

 Me suelo preguntar que somos.
Me lo pregunto pero nunca me acabo de responder del todo.
Somos el miedo que alguna vez tuvimos de algo que luego nunca nos mató.
Somos el frio de un invierno que congela nuestra sangre y nos hace insensibles.
El calor de ponerse al sol, a incubar nuestros pensamientos.

Somos la risa del que se ahoga entre lagrimas.

Y la tristeza que ocultamos con sonrisas.
La verdad que se dice entre dudas.
La mentira que se dice entre remordimientos.

Somos el rencor del enfado sin motivo, de las miradas de odio mezclado con sangre.
El perdon que nunca dijimos, o el que dijimos pero nunca llegamos a perdonar del todo.

Somos agua cuando estamos hasta el cuello.
Fuego cuando tragamos saliva y mordemos lengua.

Somos el libro que nunca escribimos.
Somos la botella vacía de cerveza barata que dejamos en la barra de un bar para olvidar.
El arrepentimiento de palabras que pronunciamos sin pensar.

Puede que seamos el monstruo en el que a veces nos convertimos.
A lo mejor somos un fallo del hazar.
Pero tambien a veces somos música, un instrumento que alguien quiere tocar.
Somos fluidez, viento, tierra, barro.. algo que no se puede explicar.

Somos sombras oscuras que a veces son capaces de hacer algo que nunca creyeron llegar a hacer.
Lo que hace daño e intenta reparar sin exito.
El kamikaze que no sabe por qué, pero está a punto de estrellar su propio avión.
Mundos paralelos, bipolaridad, palabras sin sentido, sonidos, sentimientos.
El dinero para un pobre, la pobreza para el rico.
Sexo con odio, odio sin sexo.
Destrucción, dinamita, pólvora.
Somos miedo a ser olvidados, miedo a ser demasiado pensados, miedo al rechazo, miedo a fallar, miedo a tener miedo.
Podemos ser todo... pero al final no llegamos a ser nada.

Se hunde.

Se hunde. Sabía que salir a la mar con un bote de madera viejo era un suicidio, pero aun así lo hizo porque necesitaba saltar al agua y conseguir llegar a otra orilla. Ahora se hunde, a causa de todos esos agujeritos pequeños que se han ido haciendo en su navío. Ya se esperaba esto, cómo el agua entraría poco a poco e iría frenando su viaje en el momento en el que llegase temporal, ahora sus ganas de navegar se ahogan. Pero lo que el resto del mundo no sabía cuando la llamaban loca es que ella salió teniendo un plan para sobrevivir. Los recuerdos, aferrarse a los recuerdos y salir a flote. En vez de recolectar provisiones para sobrevivir, ella recaudó todos los buenos recuerdos de personas, las sonrisas, las miradas, porque sabía que cuando lo necesitase, podría apoyarse, agarrarse tan fuerte como pudiese para no hundirse en la vida.

Leí.

Era una tarde de telaraña, de esas que te atrapan en un remolino de inmovilidad en una habitación llena de vacío.
Confieso, que estaba perdida en las páginas de un libro lleno de desesperanza, leyendo cómo moriremos solos, leyendo esa patraña de que si somos buenos tendremos donde descansar, a donde sea que vayamos a ir.

En mi lecho de muerte pensaré en los dioses y los ángeles... Como una pagana irreal, como ese marinero que ve venir el tifón y empieza a añorar tierra firme, aunque eso no era lo que le hacia felíz.

Pensaré en un lugar que recuerdo, en algun sitio en el que estuve hace tanto tiempo que ya no sepa si era real o no, donde el cielo estaba herido, y los pecados eran lo sagrado.

Y leí.
Hasta que el día terminó
Y me senté con remordimiento, por todas las cosas que he hecho, por las que no.
Por todo lo que he sido y por todo lo que nunca he llegado a ser.

Seguí leyendo, hasta que se consumió la tarde y se hizo una noche profunda. Hasta cuando ya hace tanto frio que quema, hasta que se te acaba el libro y sigues pasando paginas imaginarias, y lees palabras que ya no existen, inventadas, como cuando sueñas despierto con algo que te gustaria que pasase y al abrir los ojos te chocas con la realidad.

Un golpe me atizó la mente, seco y conciso. Saqué una cerilla, se veía a kilometros de distancia en medio de la ciudad.
Acerqué la llama a las hojas, me juré que todos los demonios y el miedo que hubiese dentro desaparecerían.
Poco a poco el fuego fue ahogando la tinta, se derretían millones de pensamientos, buenos, malos, siniestros, sinceros.
Mientras lo veía arder imaginé como seria la vida sin pensamientos.
Me giré y solo habia ceniza, de algo material a una cosa miserable que desaparece con un soplido.

Siempre seremos las personas que no fueron capaces de soplar.