lunes, 26 de octubre de 2015

Disparó.


El la disparó. Agarró la culata y puso el dedo sobre el gatillo, no le temblaban las manos, ni le sudaban, la sujetaba firme y con decisión esperando a que ella sonriese, y en el momento en el que vio que era totalmente feliz disparó, disparó porque si, no pensó en destruir sueños pero lo hizo, no quería destruir ni sentimientos ni buenos momentos, ni risas, ni paseos ni noches desenfrenadas. Simplemente disparó llevándose todo lo que había a su paso, y fue tan devastador que pareció que un agujero negro lo había absorbido todo excepto el odio, el odio volaba por todas partes. Un odio que estremecería a los mas viles guerreros de una sangrienta batalla. Estremecería al mas traidor de los traidores y al psicópata mas frío y sin escrúpulos de todas las ciudades del mundo. No solo volaba odio si no también volaban lágrimas de dolor despues del estruendoso disparo, que brotaban y caían huyendo de unos ojos que no creen lo que ven. 

Ese disparo retumbó tanto que se sigue sintiendo su fuerza balística. La bala disparada fue poco a poco, como si el tiempo se parase, y fue atravesando y destruyendo a cámara muy lenta todo lo que ella había construido en su cerebro para el. 

Destruyó su casa, sus hijos, su perro, su coche, sus amigos... destruyó el amor que ella había cosido en su cabeza hacia el. Y el simplemente con un movimiento de dedo disparó, la tiró por la borda del barco, la empujó por un acantilado, le dio una copa de vino con cianuro, le clavó un puñal en la espalda y otro en medio del corazón, le agarró el cuello y la ahogó con sus propias manos, le cortó los frenos y estrelló su coche contra un muro, la metió en un congelador y poco a poco su vida se fue apagando, abrió el gas mientras estaba dormida y ya no despertó, la echó a los leones, a los tiburones y a los cocodrilos, puso una bomba en su oficina y no miró atrás mientras explotaba, la decapitó como hubiese hecho Enrique VIII, encendió una cerilla y la quemó viva,  dejó que se desangrase poco a poco y que de la sangre, se hiciese un río en el que moría todo el amor que había sentido por el.

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